
"El libro de las preguntas” nace en un lúdico ejercicio de taller literario. Un juego que comenzamos a imitar al conocer “Libro de las preguntas” de
Pablo Neruda, escrito entre 1971-1973.
A diferencia de otros autores como: Jorge Manrique, Juan Ramón Jiménez, Unamuno, Blas de Otero…, que extraen sus preguntas de planos morales o puramente estéticos; Pablo Neruda refleja su preguntar de una manera lúdica y contagiosa. Esta fórmula que nos propone Neruda, luminosa e inquietante, es la que elegimos para preguntar y preguntarnos.
En este ejercicio de taller se pone en marcha el pensamiento espontáneo, y, como al más antiguo método socrático, las preguntas no están hechas para encontrar respuestas, si no, como una práctica de investigación literaria.
Setenta y cuatro autores hacen o se hacen preguntas. Setenta y cuatro autores se ramifican como un árbol de setenta y cuatro hojas que da sus frutos.
Así, surgen estas trescientas setenta preguntas que no pretenden aclarar dudas ni disipar dificultades. Preguntas que no encierran ningún modelo lógico de pensamiento ni pretenden dar con una forma ideal de preguntar. Preguntas que, quizá, lo que nos proponen son: más preguntas…
Preguntar y preguntarnos: dos operaciones indispensables a la hora de escribir. La pregunta como diálogo interno, como minipensamiento, o como miniplanteamientos. La pregunta como mecanismo básico de creatividad, como un planteamiento que está por escribir.
Responder a algunas o a todas estas preguntas sería concretar, sería comenzar a contar la historia de cada una de ellas, pero ya lo tendríamos que dejar para otro juego literario y esto…, sería ya otro libro.