Cuando en el colegio me castigaban por hablar demasiado, me obligaban a copiar cinco páginas sobre el lema de “no hablar en clase”, pero como me aburría escribir tantas veces la misma frase, se me ocurrió copiar, en las cinco hojas de castigo, las novelas de Pío Baroja, los poemas de Bécquer y los de Machado (que cogía a escondidas de la biblioteca de la escuela). Después me castigaban más, porque no había escrito el lema sagrado “no hablar en clase” y tenía doble trabajo. Un día me dejaron por imposible e hicieron la vista gorda, y, de una manera silenciosa llegamos a un pacto implícito,
yo les daba cinco páginas escritas y ellas, las monjas, las lanzaban a la papelera. Otro día me requisaron los libros que copiaba y no tuve más remedio que inventarme aquellas cinco páginas. El maldito lema de no hablar en clase me persiguió por todas las escuelas y sus largos pasillos. Finalmente aprendí la lección, y, pasé de no hablar en clase a leer en clase.
No sé si me viene de esa época el asunto de escribir, pero sí el gusto por la lectura. Desde entonces no he dejado, ni de leer ni de escribir. Ya de adulta, me di cuenta que era una lectora compulsiva y que tenía que leer bastantes libros a la vez para sentir que leía. De la escuela me quedó el gusto por los pasillos largos y solitarios desde donde copiaba a los grandes maestros de la literatura. Nunca me gustó la escuela, pero de ella aprendí al tipo de escuela al que me gustaría ir y me la inventé. En mi escuela imaginaria, solo enseñaría lo que más me gustaba hacer que era leer, escribir y premiar el “hablar en clase” para compartir las historias que nos gustara contar y después escribirlas. En los años 90 descubrí que este tipo de escuelas ya existían y me enamoré perdidamente de esta profesión. Y, así llevo 24 años enseñando a trabajar con las ideas; con las palabras; con los deseos y con las ilusiones que ofrecen las palabras que pensamos, las palabras con las que hablamos y las que corren por los laberintos de la imaginación para poder escribirlas. Durante estos años, he impartido cientos de cursos y talleres de escritura creativa, cuento, novela, narrativa, escritura de viajes, clubs de lectura, técnicas de redacción y estilo…, para adultos y para niños en distintos lugares, sobre todo en Barcelona, en Málaga y en Berlín.
Mis aficiones son leer, escribir, comer, cocinar, hablar, organizar eventos literarios, editar libros, oler los libros nuevos y viejos, la playa, la montaña, la música y fumar de vez en cuando. Entusiasmos desde donde me explico el mundo a mí misma.
También coordino y dirijo el Taller Literario Planetababel desde el año 1993. Intento combinar mi trabajo de coordinadora de talleres con la de escribir cuentos para adultos y para niños, cuentos que al principio eran bastante cortos y que poco a poco se han ido alargando hasta cobrar alguno de ellos la dimensión de una novela.
Asimismo impartido cursos en la casa museo Gerard Brenan en Málaga, en asociaciones culturales en Berlín, coordinado las actividades culturales de la obra social Caja Madrid durante cinco años (antes de que R.R. diera el golpe de estado cultural), impartido talleres en escuelas, en galerías de arte y librerías, he organizado Maratones Literarias, participado en el Saló del Llibre y la Cultura, trabajado e inaugurado la mayoría de bibliotecas de la Xarxa de Biblioteques Populars de Barcelona-Diputació, impartido talleres en centros cívicos, y durante 23 años (de manera exclusiva), impartí talleres en el Centro Cívico Pati Llimona.
Soy lectora profesional y coordino y dirijo Ediciones mucho Cuento. También soy profesora de Español para Extranjeros, pero eso ya es otra historia.