Desde pequeña supe que mi vida serían los libros. Mi tarea de vacaciones, año tras año, era limpiar y ordenar los libros de la biblioteca de mis padres. Lo hacía con placer, me gustaba el contacto físico con los libros, me gustaban su tacto y su olor. Miraba con cariño obras que sin duda no comprendía y me sentaba en el suelo a hojear todos los que podía. Mis padres querían que fuera médico, mis profesores, abogado o psicóloga o cualquier otra cosa.
Yo callaba y un día, elegí la Filología Hispánica. Me licencié en Filología Hispánica en la Universidad nacional de Cuyo, Argentina y luego en la Université de Sciences Humaines, Strasbourg. Mientras tanto di clases en colegios y enseñé español para extranjeros en Francia, hasta que un día llegué a Barcelona. Eran malos tiempos para la Literatura latinoamericana (mi especialidad) y anduve paseando entre editoriales para hacer correcciones de estilo, de galeradas, traducciones y algún que otro libro por encargo. Y cuando ya estaba perdiendo la paciencia, un amigo economista me propuso que diera clases de Técnicas de Expresión Escrita en la escuela de negocios a la que él pertenecía. No sabía si sentirme feliz o no, hacía lo que quería pero en un mundo que me era totalmente ajeno. Pero ese era mi momento y lo sabía, así que, de buenas a primeras me puse a estudiar todo lo que tuviera relación con la empresa. Así amplié mi campo a los Recursos Humanos. Con el tiempo, unos colegas y yo montamos nuestra propia consultoría a fin de dar a nuestro quehacer la dirección que queríamos. Yo había formado parte del Programa Europeo de Formación de Formadores y Consultores de Empresa como Directora Española del proyecto, al que le debo experiencia y conocimiento. Luego, con nuestra empresa, entramos en una red de consultoras europeas y allí he desempeñado mi trabajo. Bien, con esto quiero decir que llevo 35 años enseñando distintas materias. Ahora, ya jubilada, me alejo del mundo de la empresa y vuelvo con fuerza a mi eterno amor. Así es como hoy animo el Club de Lectura de Calabria 66 y me uno al proyecto de Planetababel con ganas de aportar, a quien lo desee, experiencia e ilusión por la escritura.